Es curioso que a Jorge, Jordi, Grau se le recuerde fundamentalmente por haber dirigido la película con el primer desnudo integral de la historia del cine español, y como director de cine fantástico. Lo primero tiene un sentido sociológico que entronca con el concepto de la represión colectiva española del pasado. Lo segundo, aún más curioso, se debe a una única película, de muertos vivientes para ser más precisos, eso sí, muy laureada y reivindicada por el público más fiel que existe, el fan del fantástico y el terror.
Grau llamó a sus memorias “Confidencias de un director de cine descatalogado”. Descatalogado. Un concepto para nada merecido, pero que obedecía al sentimiento de quien pensaba estar ya fuera de juego. Nada más lejos de la verdad, charlar con Jordi era un auténtico regalo, sus reflexiones sobre el cine eran siempre acertadas e imperecederas. Algo así como su cine, vigente, muy vigente.
Los inicios marcan. Y Grau comenzó de botones en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Curioso, o no tanto, para aquel cuya fuente principal de interés será la interpretación. Actor en sus inicios profesionales, después director teatral y de ópera, asiduo a los cine-clubs, cortometrajista, documentalista, autor teatral, escritor publicando la obra fundamental “El actor y el cine”… Su paso formativo por Roma le lleva a contactar con grandes como Fellini, y le proporciona después trabajar con Sergio Leone, Sergio Corbucci, Duccio Tessari, Riccardo Fredda, en tareas de asesor de color, de ayudantía de dirección, de director de la segunda unidad… Así hasta llegar al debut en la dirección de largometrajes con Noche de verano.
A Noche de verano le siguen El espontáneo, Acteón, Ceremonia sangrienta, Pena de muerte, No profanar el sueño de los muertos, El secreto inconfesable de un chico bien, La trastienda, La siesta, Carta de amor de una monja, El timbaler del Bruc, Coto de caza, El extranger-oh! de la calle del sur, La punyalada, Tiempos mejores y la que dirige a medias, Tuset Street, por desavenencias con Sara Montiel. Y en todas ellas se producen dos fenómenos fundamentales, significativos. Uno, se demuestra su gran capacidad para dirigir a los actores, sin duda un reflejo de sus inicios teatrales. Y dos, en todo su cine hay una intención muy clara de acercar la realidad a la ficción, tanto que suele rodar planos documentales dentro de sus películas, sean de argumentos más o menos realistas. Esto ocurre en las películas que más me gustan de su filmografía, como es el caso de El espontáneo, donde esta figura taurina en realidad es un espontáneo de la vida. O en ese Fausto femenino que resulta ser Ceremonia sangrienta, brujería y vampirismo únicamente de pura superstición, sin rasgos fantásticos. O la propia No profanar el sueño de los muertos, donde la amenaza del miedo del regreso de los difuntos está tratado como una rebelión social.
“Cuando quieras saltar de tu cama, saldrán los muertos y te cogerán por los pies”. Este era el miedo primigenio e infantil del propio Grau que quiso plasmar en su obra más premiada, aquella que nació como un remake de La noche de los muertos vivientes, “pero en color”, que después se convertirá en una obra maestra como metáfora del caos social y del miedo psicológico a la deriva de los tiempos. Un rasgo definitorio de su filmografía. Aquello nos lo contaba çel mismo en el documental Zarpazos. Un viaje por el Spanish Horror.
¿Descatalogado? Vigente, muy vigente. Gracias por ello, Jordi, maestro, por este legado, fílmico y social.
(Articulo publicado en revista De verdad)