Ahora que preparamos una nueva edición del Túnel del Terror más largo de la Comunidad de Madrid, no dejo de recordar las primeras versiones del Pasaje del Terror que presencié como espectador. El término Pasaje del Terror es algo así a las “casas del terror” como La Casera es a la gaseosa o Bimbo al pan de molde: se suele utilizar el nombre comercial para pedir el producto genérico. Cualquier performance de terror en forma de recorrido con actores, con sustos en vivo, es actualmente conocido como un pasaje del terror. Pero el término Pasaje del Terror tiene su historia.
Los que tuvimos la oportunidad en nuestra incipiente adolescencia de entrar por primera vez al Pasaje del Terror recién inaugurado en el Parque de atracciones de Madrid, flipamos con la idea nueva de vivir un recorrido de monstruos a pie y no en carricoche, y con actores de carne y hueso y no autómatas, como era habitual en las atracciones de entonces, tipo dark ride.
Un tenebroso e inquietante fondo servía de entrada para que la voz, profunda, proclamase: «Al principio sentirá miedo… Más adelante encontrará el pánico. Después… quizás sea tarde… Pasaje del Terror. Una visita sin límites, al viejo caserón». Corría el final de la década de los ochenta, y esta era una cuña que las cadenas de radio publicitaban una y otra vez. Ponía su voz el inolvidable Narciso Ibáñez Menta, todo un icono del terror. Quizá un guiño al superventas de aquellos años, Thriller de Michael Jackson, cuya narración quedaba a cargo del gran Vincent Price.
Nace el Pasaje del Terror
En junio de 1989, una publicidad en forma de noticia decía lo siguiente «Son ya las numerosas personas que han visto esos monjes en distintas zonas de Madrid. Una experiencia horrible según los testigos». Acababa de nacer el Pasaje del Terror, un concepto de terror en directo, mezcla de teatro y barraca de feria, que iba a generar poco a poco una gran expectación. Hasta entonces las ferias, los parques, tenían atracciones tipo dark ride, de recorrido con carricoche poblado de muñecos animatrónicos, caso de «El tren fantasma» o de un animador enmascarado, tipo «El tren de la bruja». Ahora se trataba de todo un espectáculo, un recorrido con actores, ambientado, una auténtica experiencia de terror en directo. Casi tres décadas después, los espectadores estamos acostumbrados a este formato, tan popularizado que ya nadie habla de «casas del terror» si no de «pasajes del terror», ya sean profesionales o amateur.
El teatro de terror en directo existe desde siempre. Especialmente desde que se funda a finales del siglo XIX el teatro del Gran Guiñol en Paris, y desde que se ponen en pie las primeras versiones teatrales de «Drácula» y «Frankenstein». Incluso en España ha habido experiencias, mucho más tardías, en la década de los años setenta del siglo pasado, con el teatro experimental de Antonio Gracia, Pierrot, en Barcelona, o los montajes teatrales de «Drácula», el de Carlos Ballesteros (1973), el de Jaime Azpilicueta (1978), o más cercano, el de Eduardo Bazo y Jorge de Juan (2011). Ahora bien, el Pasaje del Terror estaría más cercano a la performance y al contacto propio de microteatro, un formato adoptado inclusive por museos de cera como los Madame Tussauds, o por el propio circo, con el Circo de los Horrores, por ejemplo.
La idea del Pasaje del Terror viene de Argentina. En la ciudad de Mar de Plata, en un lugar llamado El Torreón del Monje, se realiza en 1986 a primera experiencia: un oscuro laberinto, en realidad un recorrido cerrado, en el que los espectadores son asustados por actores que encarnan personajes de terror. Viendo el éxito, en 1988, Javier Ruiz de Azúa, Fernando Quenard, Ignacio Brieva, fundan la empresa Monsters & Monsters para la comercialización del formato e inauguran el primer Pasaje del Terror en España, en el edificio La Alhóndiga, en Bilbao. El éxito fue tremendo, tanto, que las instalaciones en Madrid y Barcelona no se harían esperar. Pronto se hace popular su imagen comercial, su logotipo: una adaptación del personaje de La muerte en la película El séptimo sello de Bergman, en tonos blancos, rojos y negros. Y así nacen nuevas sucursales en varios países, hasta treinta ciudades. Inclusive para su promoción contratan al legendario protagonista de Psicosis, Anthony Perkins, quien viene a España para promocionar los pasajes del terror de Barcelona, Madrid y Málaga.
En concreto el Pasaje del Terror del Parque de Atracciones de Madrid se instala en un caserón vasco que había sido un restaurante, y que tras un incendio había quedado sin uso. Utilizando sus dos plantas, se instala el laberinto, al principio tan sólo un pasadizo oscuro, que con el tiempo va siendo decorado y ambientado. Desde el principio se utilizan máscaras, prótesis y maquillajes, con esfuerzo en la caracterización.
El boom del Pasaje del terror
Todo un boom el del Pasaje del Terror. Tanto, que influyó a la hora de poner título español a una película de terror americana: a la tercera parte de la saga Phantasma, del homenajeado en el festival Nocturna 2017, Don Coscarelli, titulada originalmente Phantasm III: Lord of the Dead, en España se le rebautizó como Phantasma: El pasaje del terror. Pero fue un boom este del Pasaje del Terror, que después tuvo su momento de crisis. Con el tiempo han ido desapareciendo las diferentes instalaciones del Pasaje del Terror con su denominación original. La del Parque de atracciones de Madrid pasó a denominarse en los últimos tiempos El viejo caserón, hasta mutar en 2014 a The Walking Dead Experience, recorrido con actores basado en la famosa serie de televisión. El último Pasaje del Terror que aún pervive con su denominación original está en Reino Unido, el de Blackpool. Pero el fin de la denominación oficia no ha supuesto la desaparición del formato, más bien al contrario. Tras un tiempo de crisis, con la llegada de los parques temáticos y la proliferación de la fiesta de Halloween, desde los comienzos del nuevo siglo se ha revitalizado este formato de espectáculo. Los parques temáticos y de atracciones de Madrid, de Sevilla, de Benidorm, de Málaga o de Tarragona llegan a ofrecer en la actualidad hasta siete performance de este tipo simultáneamente en sus instalaciones durante la temporada de Halloween. Y a todas se les conoce como pasajes del terror, independientemente de la temática.
El Túnel del Terror
En nuestro caso abordamos el Túnel del Terror en base a este esquema y tradición de terror en vivo, pero con la singularidad de estar realizado en un decorado real, un túnel auténtico situado en la estación de ferrocarril donde se rodó La marca del hombre lobo con el gran Paul Naschy. Y con una historia y un leit motiv, en este caso la de la niña perdida Alicia, presentada por El ladrón de cadáveres, personaje que homenajea a Stevenson y a Karloff, y al que pone imagen con mucha personalidad Saturnino García. A esto se añade el aliciente de tener al gran Colin Arthur al frente de los efectos especiales.
Eso sí, la gran reflexión de este trabajo tan divertido como es montar barracas de feria en torno al terror, está en definir la cuestión del susto y del miedo. Nosotros podemos dar sustos, e incluso transmitir mal rollo, pero el miedo es otra cosa. El miedo es subjetivo, depende de cada persona, de su sensibilidad personal y su motivación…
No obstante, nosotros nos empleamos en dar miedo. E impresionar. Como en aquel Pasaje del Terror…
el articulo es excelente…gracias!
Que recuerdossss!!!!! Yo tenia 11 años y no se le ocurrió a nuestra profesora mejor excursion que a la casa del terror en él edificio la alhóndiga en Bilbao.1988. Que horror!!!!.